domingo, 1 de mayo de 2011

Flora y fauna autóctona


A pesar de la aridez de la geografía de San Luis el catálogo faunístico es abundante. Pumas, gatos monteses, zorros grises, vizcachas y los últimos venados de las pampas (junto con los de la Bahía de Samborombón y del Parque Nacional Campos del Tuyú en Buenos Aires), son de las que dejan atrapar por los ojos del viajero, sobre todo, a través de sus huellas en los escasos cuerpos de agua. La mara, mal llamada liebre patagónica, puede ser vista en el camino. El venado, muy abundante en otras épocas, hoy escasea. Cuando el viajero se adentre en el corazón de la provincia, de a pocos, se dejará inundar los sentidos con el repertorio canoro de sus aves características. Los primeros en mostrarse son los activos teros, el cardenal amarillo, las reinas moras, y las catitas de las sierras. Pero también hallará pepiteros, monteritas, y una gran variedad de pequeñas aves. El elenco avifaunístico se completa con el ñandú, el halconcito gris, el pecarí de collar, el jilguero, el zorzal, el zorzal gato, el hornero, y el majestuoso cóndor andino. Los anfibios son muy escasos y pasan la época de sequía enterrados o en forma de renacuajos, en pequeños charcos protegidos del sol. Las lagartijas son los reptiles más comunes. Y la boa de las vizcacheras es buscada por su bella piel, aunque ya es rara y está amenazada. Se encuentran numerosas aves acuáticas, entre las que se destaca el flamenco común. También están presentes en los espejos de agua el pejerrey, la trucha o la perca criolla.

La flora autóctona.
La Provincia de San Luis conserva tres zonas bien delimitadas: el monte, el chaco occidental, y entre ambas, una amplia faja de transición, con extensas llanuras. En el monte hallamos extensos jarillares y retamas, que cubren las zonas más áridas. Sobre el potrero de la aguada se halla un curioso árbol que muestra un aspecto tortuoso, es la chica, especie endémica del monte. Otras especies endémicas son el solo, que tiene la forma de un cojín circular de color blanquecino, la verdolaga, de llamativo color verde intenso y hojas carnosas, y la zampa de quijadas, de brotes violáceos. En las zonas de suelos arenosos, desde donde se inician los faldeos serranos, surgen diversas gramíneas que forman extensos manchones, rodeados de matorrales de retortuño, atamisque y pichana. Con ellos, conviven corpulentos quebrachos blancos, junto a los algarrobos, chañares y breas. En el borde de la sierra Comechingones y en Luján se hallan palmares caranday. Ya en las sierras altas y húmedas aparecen los molles, que se avienen en mostrar al viajero sus copas verdes y lustrosas, y quien también se complace en juntarse con las talas y los chañares.



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